Es ingrata la labor de quien escribe y ama, por lo general falla en plasmar el real contenido de lo que siente dentro. Se cortan las ideas, sobran muchas palabras, faltan miles; y es que un simple saludo para desear felicidad, se torna exagerado y torpe, y me hace tropezar y caer con mis propias palabras y cada una de ellas cae a los lados dejando entrelazado en mis pies el verdadero sentimiento fundador de las sonrisas: un simple Te quiero.